
A la muerte del rey, regresó
y le nombraron representante de la Corona en Londres; durante la siguiente
década, Moro atrajo la atención del rey Enrique VIII, le granjeó cargos de
importancia como: embajador en los Países Bajos (1515), miembro del Consejo
Privado (1517), portavoz de la Cámara de los Comunes (1523) y canciller desde
1529 (fue el primer laico que ocupó este puesto político en Inglaterra). Sin
embargo, acabó rompiendo con Enrique VIII por razones de conciencia, pues era
un católico ferviente que incluso había pensado en hacerse monje. Moro declaró
su oposición a Enrique y dimitió como canciller cuando el rey quiso anular su
matrimonio con Catalina de Aragón, rompió las relaciones con el Papado, se
apropió de los bienes de los monasterios y exigió al clero inglés un
sometimiento total a su autoridad (1532). Su negativa a reconocer como legítimo
el subsiguiente matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, prestando juramento
a la Ley de Sucesión, hizo que el rey le encerrara en la Torre de Londres
(1534) y le hiciera decapitar al año siguiente. La Iglesia católica le canonizó
en 1935.
En
definitiva creo que Tomás Moro es alguien digno de admirar, quién, incluso
frente al peligro de muerte, mantuvo sus ideales aunque le costaran la vida. Además,
tras su experiencia al lado de dos reyes diferentes, descubrió la ambición del
hombre, que por más que ostenta nunca le es suficiente y siempre desea más, no se
conforma nunca y ese es el camino de la infelicidad. Supo ver que no sirve de
nada querer acaparar demasiado, si tan siquiera te das cuenta del valor que
tiene lo que ya posees. Por lo que creo que su vida, tan llena de zancadillas y
desgracias, tan terriblemente finalizada, es un gran ejemplo junto con su libro
del enfoque que deberíamos darle a nuestras propias vidas para disfrutar al
menos de ellas y ser felices.
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