jueves, 20 de octubre de 2016

¿Nos estamos convirtiendo el "dispositivos móviles"?

Esta misma semana he pasado varios días en Madrid para realizar un curso. Parece algo irrelevante, pero si podemos llegar a pensar que en Málaga hay estrés en el ambiente, y las personas cada vez nos comunicamos menos, estar unos días en una gran ciudad, caso de Madrid, y sencillamente observar, intentando no valorar, nos puede llevar a sacar con posterioridad algunas conclusiones sobre las relaciones sociales.

No es que cada persona vaya a lo suyo por la calle o en el transporte público, no son ya las prisas, es que todo lo que respecta a las personas con las que podemos coincidir en una acera, caminando, o viajando en un tren de Cercanías, está en un triste entorno de aislamiento, de introspección, de inexpresividad. Miles y miles de personas que se convierten en individuos, aislados del entorno y los demás por los auriculares conectados a su teléfono, para "soportar" su tránsito gracias a la música y permanecer lo más ajenos (¿tal vez enajenados, alienados?) a lo que les rodea, que suelen ser muchas personas.

Caras serias por todos lados. Miradas tristes y perdidas. El ir y venir diario hacia el trabajo, los estudios, o cualquier ocupación, se torna un amargo tránsito que hay que soportar mediante el aislamiento. Y ahí está el teléfono móvil. Entras en un tren de Cercanías a hora punta (increíble cómo se puede ir de apelotonado en un tren repleto, y no escuchar nada en absoluto, ni una conversación, a lo sumo alguien hablando por teléfono en voz baja, la cabeza agachada y la mirada incrustada en un punto perdido del suelo, tal vez del asiento de enfrente...) y la práctica totalidad de personas van absortos en lo que tienen en su pantalla, porque la pantalla del móvil trasciende a categoría, casi, de pantalla humana, de prolongación de la mano de la persona.

Juegos, whatsapp, redes sociales, repasar la galería de fotos una y otra vez. Una necesidad para soportar el viaje. No digo que entablasen conversación con las personas de alrededor, no soy un iluso, eso ya "no se estila"; pero el grado de aislamiento me ha parecido enorme, y acrecentado con respecto a hace unos años, pues no valoro esta situación tras la predecible escasa estancia de dos o tres días, sino por haber vivido y sentido Madrid a diario durante más de diez años.

¿Necesitamos realmente este aislamiento para soportar la realidad?, ¿Es el teléfono móvil un dispositivo que nos distancia de la sociedad, incluso de nuestras posibilidades vitales de relación con los demás? Las preguntas lanzadas al viento sólo requieren, si se desea, personas dispuestas a responderlas, al menos a planteárselas.

Yo pienso que sí, que los dispositivos móviles nos aportan una serie de ventajas pero trascienden de ellas para incrustarse en nuestro estado, y nos ganan el pulso a las primeras de cambio, haciéndonos a las personas prolongaciones de ellos. Nos convertimos, al aceptar esa golosina, en un dispositivo móvil más, aislado, independiente, ¿irreflexivo...?

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